lecturas que fortifican el espiritu

Sólo Dios perdona

 

En el Evangelio la palabra griega que a menudo se traduce como “pecado”, se puede traducir mejor como “perder la pista”. Un arquero que usa flecha doblada no puede dar en el blanco. La flecha volaría en dirección errante y el arquero tendría que ir en busca de ella, enderezarla y tratar de nuevo. Nosotros somos como esa flecha: hemos sido creados sólo para el amor y cuando dejamos de amar como debemos perdemos la pista. En este sentido, fallamos en cumplir el propósito para el que fuimos creados, pero también le fallamos a nuestros compañeros y compañeras de camino. En el sacramento de la reconciliación celebramos una realidad que está siempre presente, pero que algunas veces olvidamos, esto es que Dios nos perdona. La Iglesia es instrumento de este perdón y busca retornarnos a Dios, que es el Amor Divino.

Todos perdemos la pista algunas veces, por eso el sacramento de la reconciliación es para todos. La Iglesia tiene sólo una función: manifestar el Amor Divino de Dios y ayudarnos a ver que hemos sido liberados para vivir según el designio divino y para amar con todo nuestro ser. En el primer paso de la reconciliación el Espíritu de Amor nos lleva a buscar en nuestro corazón, para ver cómo hemos perdido la pista, identificar eso claramente y hacer lo necesario para cambiar. Algunas veces se trata de pecados personales y otras veces de pecados sociales. En el segundo paso la Iglesia nos anuncia que, en efecto, hemos sido perdonados y nos reconcilia con la comunidad.

¿Hemos dado con la pista o la hemos perdido de vista? Reconocer cómo hemos dado con la pista o cómo la hemos perdido es el primer paso en el camino de la salvación. Después podemos dejar que el Espíritu de Amor llene nuestro corazón, para que nos arrepintamos de las decisiones egoístas e individualistas que hemos hecho. A este sentimiento de arrepentimiento le damos un nombre: “Contrición”. Una vez hallamos llegado a este punto de concienciación y arrepentimiento, es hora de reconciliarnos. Como siempre, nosotros los humanos necesitamos algún signo visible, tangible o audible que nos ayude a ver, a tocar y a oír, aunque se trate del amor de Dios. Sobre esta materia, la Iglesia nos ha indicado desde hace tiempo que hablemos en privado con un sacerdote acerca de nuestras tendencias a perder la pista. Esta conversación podría ocurrir dentro del templo o puede ocurrir dondequiera, en cualquier momento, y bajo cualquier circunstancia.

La invitación que recibimos del Amor Divino es que desde nuestra familia fomentemos actitudes reconciliadoras. Cada oportunidad que tengamos de dialogar en familia sobre la importancia de reconciliarse unos a otros debe ser un momento de cercanía a Dios por medio de los otros. Siéntense en familia y pregunten sobre su día en la escuela, en el trabajo, sobre las cosas positivas y negativas que vivieron. Averigüen los por qué de lo que pasó, así se ayudarán a formar conciencia. Diríjanse a cambiar sus acciones y comportamientos negativos. Padres, madres, adultos, sean ustedes un modelo de reconciliación con su propio comportamiento hacia ustedes, vecinos, amigos y familiares. Expliquen a sus hijos e hijas que los problemas con los demás se pueden hablar calmadamente y escuchando con respeto. Motiven en el núcleo familiar la búsqueda de la reconciliación a través de gestos concretos y el sacramento de la reconciliación.

Catequesis #11 (La Familia: iglesia doméstica), tomada de las catequesis dominicales de la Arqidiócesis de San Juan en preparación para el Trienio para el V Centenario.





Orando por la sanación

 

Durante los últimos días, mientras leía las intenciones que recibo a través del email, pensaba sobre la mucha necesidad de oración que existe y sin embargo, lo poco que oramos…

El ser humano está enfermo… enfermo por el pecado que ataca e infecta tanto el cuerpo como el alma… En los Evangelios vemos cómo Jesús sanó a todos los que se acercaban a Él: “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan” (Mateo 11, 5)… Pero la sanación física siempre era producto de una sanación mayor… la sanación interior…

Hoy les traigo una hermosa oración de sanación física y espiritual que escribió el Padre Slavko Barbarić en su libro “Ora con el corazón”… Háganla con la seguridad de que Dios les ofrecerá la sanación que ansían a través de ella…

 

Oración por la sanación
P. Slavko Barbarić, ofm.

Ora con el corazón

Jesús, Tú viniste por los enfermos y los pecadores. Por eso, me vuelvo hacia Ti y quiero pedirte que sanes mi alma y mi cuerpo. Tú sabes, Jesús, que el pecado destroza y desgarra la integridad del ser humano; que destruye las relaciones entre los hombres y nuestra amistad con contigo. Pero no existe pecado ni enfermedad que Tú no puedas curar con Tu Palabra omnipotente. No hay herida alguna que no pueda ser sanada por Ti.

María, Tú me has invitado a orar por mi sanación. Quiero hacerlo ahora y por eso te pido que acompañes mi oración con tu fe. Ora conmigo en estos momentos, para que pueda ser digno de obtener la gracia de la curación, no sólo para mí, sino también para aquellos por quienes deseo interceder.

1. ¡Ven, Señor Jesús!

Sucedió que cierto día subió a una barca con sus discípulos, y les dijo: «Pasemos a la otra orilla del lago». Y se hicieron a la mar. Mientras ellos navegaban, se durmió. Se abatió sobre el lago una borrasca; se inundaba la barca y estaban en peligro. Entonces, acercándose, le despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, que perecemos!» Él, habiéndose despertado, increpó al viento y al oleaje, que amainaron, y sobrevino la bonanza. Entonces les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Ellos, llenos de temor, se decían entre sí maravillados: «Pues ¿quién es éste, que impera a los vientos y al agua, y le obedecen?» (Lucas 8, 22-25).

Jesús, Tú viniste también a calmar las tempestades del mundo y te haces presente en la barca de toda vida. ¡Lo haces porque tu nombre es Emmanuel… Dios con nosotros, Dios por nosotros! Por tanto, ahora te pido Señor, que entres en mi vida. También mi barca ha comenzado a hundirse, anegando mi conciencia y mi subconsciente. ¡Entra, Jesús, a las profundidades de mi alma! He perdido mi rumbo Señor. ¡Levántate y ordena a mi inquietud que se calme! ¡Ordena a las olas de muerte que me rodean que dejen de amenazarme! Apacigua mi corazón para que pueda escuchar Tu Palabra divina y creadora.

(Permanece en silencio y escucha la voz del Señor en tu corazón)

¡Ven, Jesús, y sube también a la barca de mi familia, de mi comunidad, de mi país y del mundo entero! ¡Permite, Señor, que nuestros gritos te despierten! Extiende tu mano para que llegue la calma. ¡Ven Señor Jesús, ven! Penetra hasta el fondo de mi ser y entra en aquel rincón donde he sido más lastimado.

Ven, Jesús, y sube igualmente en las barcas de aquellas vidas que se encuentran ancladas a los hábitos más perniciosos: al alcohol, a las drogas, a los placeres carnales, y que les impiden continuar navegando de frente. Jesús, calma las tempestades. ¡Haz que todos escuchemos tu voz y que venga a nosotros Tu Paz!

2. Decisión

Jesús, Tú estás en la barca de mi vida. Tú eres mi Dios, por eso te adoro y te glorifico, porque solamente Tú eres santo, solamente Tú eres el Señor. Creo en Ti y confío en Ti. Por tanto, me pongo totalmente en tus manos. Me decido hoy por Ti y por Tu Misericordia divina. Contigo y con Tu Madre, digo en este momento: “Hágase en mí Tu Voluntad, Señor… en la salud y en la enfermedad; en el éxito y en el fracaso; en las alegrías y en las tristezas; en la vida y en la muerte; en el presente y en la eternidad”.

Jesús, frecuentemente he dudado en hacer el bien. En su lugar, he preferido a menudo hacer mi voluntad y las consecuencias de ello me han hecho mal. ¡Sáname de mi incredulidad y de las resistencias que he opuesto, las veces que me he negado a aceptar la voluntad del Padre!

María, con Tú oración, alcanza para mí la gracia de que mi determinación de seguir a Jesús sea irrevocable. ¡Ayúdame a nunca apartarme de ella y a permanecer siempre fiel a esta decisión!

(Permanece en silencio y abre tu corazón a la acción del Señor)

3. Renuncia

Jesús, yo renuncio a todo pecado. Renuncio a Satanás y a todas sus seducciones, a sus mentiras y engaños. Renuncio a cualquier ídolo e idolatría. Renuncio a mi falta de perdón y a mi rencor; a mi vida egoísta y altiva. Me deshago de toda enfermedad espiritual y de toda atadura, para que Tú, Jesús, puedas entrar en mi alma.

¡Madre… Madre mía, ayúdame a aplastar la cabeza de Satanás en mi vida!

4. Oración para ser capaces de amar

«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mateo 5, 43-45).

Jesús, Tú nos has llamado a amar… Hoy reconozco ante Ti la fragilidad de mi amor. Sana en mí todas esas heridas que han sido provocadas a causa del desamor y de mis pecados, ¡heridas que me impiden amarte a Ti, mi Señor, sobre todas las cosas! ¡Purifica mi corazón de la herencia dolorosa que arrastra por los pecados de mis ancestros y por las iniquidades del mundo! ¡Libéralo de todas las cargas que han acumulado a través de mi infancia y adolescencia!

Haz que el fuego de Tu Amor y la gracia de Tu Sanación iluminen mi oscuridad y derritan el hielo del mal que aún habita en mí. Renueva completamente mi capacidad de amar. Que a partir de ahora, pueda yo amar a los hombres con todo mi corazón, incluso a aquellos que me han lastimado. Muy a menudo he sido incapaz de perdonar las injusticias de los demás. Perdona, Señor, las veces que me he agobiado a mi mismo y a otros también, con la envidia y los celos.

¡Sana igualmente mi fe en Ti, Señor! Haz que la gracia de la confianza desaparezca en mi toda desconfianza y temor. ¡Cúrame de la ausencia de Dios en mis pensamientos, palabras y obras!

Al mismo tiempo Jesús, te pido que sanes los lazos afectivos en mi familia. ¡Sana el amor entre los esposos, entre padre e hijos, entre los que están enfermos y los que poseen salud! ¡Jesús, sana el amor entre todos los hombres del mundo!

(Ora en silencio por aquella persona que no amas y que no puedes perdonar)

5. Oración por la sanación del alma

Jesús, te doy gracias ahora por mi alma. Tú sabes que en ella se reflejan también las consecuencias del pecado. Por eso, frecuentemente estoy nervioso y reacciono con agresividad. Fácilmente pierdo la paciencia y estoy atado al rencor. Los malos hábitos aprisionan mi alma y empeoran aún más mis heridas. Todo esto me dificulta amar a los demás. En el fondo de mi alma han quedado grabadas ciertas experiencias, las cuales me inducen a actuar con desconfianza y temor.

¡Jesús, purifica mi subconsciente! Penetra en él con Tu Luz, para que nunca más sea yo víctima de la oscuridad. Con el poder de Tu Gracia, toca aquellas fibras de mi alma en las cuales se ha asentado el apego a los bienes materiales, haciéndome presa del temor. ¡Sana mi alma, Señor, para que mi espíritu pueda abrirse libremente hacia Ti!

¡Sáname de la desconfianza hacia Ti y hacia Tu Palabra! Jesús, yo te suplico que cures en mí todas aquellas heridas y frustraciones causadas por los fracasos y los deseos no satisfechos. ¡Aparta toda tiniebla de mi interior y sana las heridas más profundas de mi subconsciente! Permite que éste descanse en Ti, Señor.

Te pido ahora por los perturbados y enfermos mentales. Haz a un lado sus cargas y limpia las heridas que han trastornado sus mentes. Protege a los niños que viven con el estigma de la propensión hereditaria a este tipo de males. Cura todo desdoblamiento de personalidad, miedos y depresiones; cada neurosis y estado psicópata. Sana también, a todos aquellos cuyas mentes se han enfermado a causa de algún fracaso en su familia, estudios o trabajo. ¡Aparta de ellos los pensamientos de autodestrucción y suicidio, y libéralos de cualquier obsesión!

¡Oh, Jesús, se Tú el dueño de nuestras almas! Cura a todos aquellos que se han dañado a sí mismos por medio de prácticas de superchería. ¡Libéralos de las consecuencias de la brujería y hechicería! Restaura cada alma y devuélvele la paz que ha perdido.

6. Oración por la sanación física

«Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades”» (Mateo 8, 16-17).

¡Jesús, sana mi cuerpo! Aquí estoy ante Ti, con mis dolores físicos y los males que deterioran mi salud. Cúrame de las enfermedades que padezco en estos momentos…

(En silencio, menciona las enfermedades que padeces)

¡Protégeme de toda enfermedad! Pero, si es Tu Voluntad que yo cargue con la cruz de mis padecimientos, entonces yo acepto esta cruz y te pido la gracia de llevarla con amor.
¡Ahora, Jesús, te pido por la sanación física de mis familiares y seres queridos!

(En silencio, menciona sus nombres)

Jesús, si es la voluntad del Padre que ellos continúen enfermos, yo te pido que les concedas la fortaleza necesaria para que ellos también carguen sus cruces con amor. ¡Cura a todos los enfermos del mundo! Protege a la humanidad entera de las epidemias y males incurables. En una palabra, Jesús, ¡cura todas nuestras enfermedades, porque Tú viniste a tomarlas sobre Ti para salvarnos!

7. Oración final

Padre celestial, gracias por haberme creado y por haberme redimido por medio de Jesucristo, Tu Hijo. Gracias por sanar en Su Nombre mi espíritu, mi alma y mi cuerpo, y por haberme dado una nueva capacidad de amar. ¡Haz que la bendición de la paz y la reconciliación, del amor y la confianza desciendan sobre mí, sobre mi familia, sobre la Iglesia y sobre el mundo entero!

Permite que María, al orar con nosotros, obtenga de Tu Bondad paternal todo lo que necesitamos para el bien de nuestras almas y cuerpos.

¡Qué así sea! Amén



 

La Virginidad Perpetua de María

 

El dogma de la virginidad perpetua de María nos enseña que La Virgen fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto, es decir, siempre. Así lo ha entendido la Iglesia desde sus comienzos y así lo creemos nosotros.

San Justino, en el siglo II, fue el primero en referirse a María como “La Virgen”, como si este fuera su nombre propio, confesando, implícitamente, su virginidad perpetua. Lo mismo podemos decir de Orígenes y san Hipólito, quienes también llamaban a María “La Virgen”.

San Atanasio escribió: “Jesús, hecho carne, es engendrado en los últimos tiempos de santa María siempre Virgen” (símbolo de Alejandría). San Hilario de Poitiers, en un escrito del año 356, dice que algunos de su tiempo negaban la virginidad de María y los llama individuos sin religiosidad, completamente alejados de una enseñanza espiritual. Y san Jerónimo, san Ambrosio y san Agustín se pronunciaron a favor de la virginidad perpetua ante las herejías de Helvidio, Joviniano y Bonoso.

 

San Máximo de Turín se anticipó a la definición del dogma cuando en el año 398, en uno de sus sermones, dijo: “La Virgen concibe sin la intervención de varón; el vientre se llena sin el contacto de ningún abrazo; y el casto seno se acogió al Espíritu Santo, que los miembros puros custodiaron y el cuerpo inocente albergó. Contemplad el milagro de la Madre del Señor: es virgen cuando concibe, virgen cuando da a luz, virgen después del parto. ¡Gloriosa virginidad y preclara fecundidad!”

Fue en el año 649, durante el Concilio de Letrán, que quedó definido formalmente el dogma con estas palabras: “Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad por madre de Dios a la santa y siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado.”

Curiosamente, Lutero y Calvino defendieron abiertamente la virginidad perpetua de María; y Lutero definió como “locos” y “villanos” a quienes negaban esta creencia. Un siglo después, la confesión de fe de los calvinistas confirmaba la verdad de que María había sido virgen en el parto, antes del parto y después del parto. Esto mismo afirman los ortodoxos



 

¿Desde cuándo es “católica” la Iglesia?

 

“Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; así como donde está Jesucristo está la Iglesia Católica” (Ignacio de Antioquía, Ad Smyrn, 8.2).

Esta frase nos la dejó Ignacio de Antioquía en una carta escrita a la Iglesia de Esmirna mientras iba camino al martirio en Roma… el año: finales del 106 o comienzos del 107dC… esto hace que esta frase, y la carta a la que pertenece, sean contemporáneas con el cuarto Evangelio… conozcamos un poco más sobre Ignacio antes de entrar de lleno en la frase…

Se piensa que nació cerca del año 40dC, aunque una antigua tradición sugiere que Ignacio podría ser el niño que Jesús sentó sobre sus rodillas cuando dijo «dejad que los niños vengan a mí»… lo que sí sabemos es que fue discípulo de los apóstoles Juan y Pablo… y que sucedió a Evodio como tercer obispo de Antioquía (Simón Pedro fue el primero sucedido por Evodio)… también era conocido con el nombre de Teóforo (el portador de Dios), según se desprende de sus cartas…

La ciudad de Antioquía era famosa en Asia Menor (Siria) y era la tercera en importancia en el Imperio Romano, después de Roma y Alejandría… había en Antioquía una comunidad cristiana importante e influyente, formada por cristianos de procedencia judía que huyeron de la destrucción de Jerusalén ocurrida en el 70dC… y fue en Antioquía donde Pablo predicó su primer sermón cristiano en una sinagoga y donde los seguidores de Jesús fueron llamados “cristianos” por primera vez (Hechos 11, 26)

Ignacio, quien es considerado uno de los Padres Apostólicos por su cercanía a los apóstoles, fue arrestado y sentenciado a morir en el circo romano… como él mismo describe en otra de sus cartas: “para ser trigo de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo” (Ad Rom, 4.1)

 

En el transcurso de unas pocas semanas, Ignacio redactó siete cartas mientras era conducido desde Siria hasta Roma para ser devorado por las fieras… estas cartas, de un altísimo contenido eclesiológico y doctrinal, se dividen en dos grupos, cuatro redactadas en Esmirna y tres en Alejandría de Tróade: la carta a los efesios (Ad Eph), la carta a los magnesios (Ad Magn), la carta a los tralianos (Ad Tral), la carta a los romanos (Ad Rom), la carta a los filadelfianos (Ad Phil), la carta a los esmirniotas (Ad Smyrn) y, por último, una carta personal a Policarpo, obispo de Esmirna (Ad Pol)…

En sus cartas, Ignacio habla sobre el privilegio del martirio por causa de su fe en Jesucristo… es el primer escritor fuera del Nuevo Testamento en hacer referencia a la virginidad de María… defiende las dos naturalezas de Jesucristo, humana y divina (contra las herejías de los judaizantes y los docetistas)… habla del domingo como el día del Señor… y es el primero en usar la palabra “Eucaristía”, a la que llama “la carne de Cristo”, “Don de Dios” y “la medicina de inmortalidad”, además de llamar a Jesús “pan de Dios” que ha de ser comido en el altar, dentro de una única Iglesia…

Pero, sobre todo, habla sobre la Iglesia como una institución divina cuyo fin es la salvación de las almas… que debe permanecer en la unidad… que es santa… que es infalible… que tiene jerarquía… que tiene sacramentos… y que es católica!!!

“Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo;
así como donde está Jesucristo está la Iglesia Católica”

Lo que dice este texto es obvio… pero veamos algunas de las cosas que no dice: Ignacio le escribe a las iglesias locales enseñando una misma y única doctrina porque la Iglesia es Católica – Universal, del griego καθολικός (katholikós)… les escribe con la autoridad que le da su posición de Obispo (jerarquía) y su misión de exhortar y educar (magisterio)… les habla de la importancia del Bautismo y la Eucaristía (sacramentos), que no son válidos sin la presencia del Obispo (imposición de manos y sucesión apostólica) o quien él haya encomendado (sacramento del orden)… les habla de unidad, de obediencia, de permanecer juntos y conservar la doctrina heredad de los Apóstoles, y que estos recibieron directamente de Jesucristo…

Ignacio de Antioquía nos está describiendo la Iglesia Primitiva… antes de que existiera formalmente la Biblia, ya había una Iglesia física, estructurada y unida… una Iglesia que creía y celebraba la Eucaristía y los sacramentos… una Iglesia que se cimentaba sobre los Apóstoles y la Tradición que estos habían heredado de Jesucristo… una Iglesia Universal: la Iglesia Católica…



 

Un sólo Dios, que siendo Uno es Tres

 

El Misterio de la Santísima Trinidad es uno de los misterios más inexpugnables del cristianismo… es la paradoja de un Dios que es a la vez: uno y trino… tres personas divinas que son siempre distintas en la unidad…

Pero, a pesar de lo incomprensible e impenetrable que nos pueda resultar la Trinidad, es en ella donde se apoya todo lo que hace al hombre, hombre: su origen y su realización última, su relación con Dios, con sus semejantes, con la creación, y hasta con él mismo… todo es en función de la Trinidad y de la perijóresis en que viven las personas divinas…

Y es en la perijóresis que la Trinidad se nos revela, no sólo como Dios, sino como modelo de comunión íntima entre Dios y los hombres, y entre los hombres entre sí…

¿Pero qué es perijóresis?, dirán ustedes…

Hay que partir del hecho revelado de que Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, unidos en íntima comunión de amor… Dios, uno y trino, es una comunidad de personas donde cada una está en comunión total y absoluta con las otras dos… el Padre está todo en el Hijo y todo en el Espíritu Santo… el Hijo está todo en el Padre y todo en el Espíritu Santo… el Espíritu Santo está todo en el Padre y todo en el Hijo… y ninguno precede a otro en eternidad, ni le excede en grandeza, ni le aventaja en potestad… ¡eso es perijóresis!

 

En razón de la perijóresis, las relaciones entre las personas divinas son siempre ternarias, o sea, son siempre trinitarias… por eso, el Padre se revela por el Hijo en el Espíritu Santo… el Hijo, a su vez, revela al Padre con la fuerza del Espíritu… y el Espíritu Santo, “procede” del Padre y reposa sobre el Hijo… las tres personas divinas permanecen y residen, una en las otras, de manera inseparable y teniendo entre ellas una compenetración sin mezcla… están cada una en las otras, con las otras, por las otras y para las otras, sin que haya lugar a fusión o confusión…

Pero al hablar de la Santísima Trinidad y de la perijóresis perfecta que existe en Ella… tenemos, casi por obligación, que hablar de María: el primer punto de encuentro trinitario… María, al acceder con su “sí” a la Voluntad del Padre… recibe sobre ella al Espíritu Santo, que le «cubre con su sombra»… y engendra en su vientre a Jesús, el Hijo de Dios (Lucas 1,26-38)… María se convierte, por tanto, en modelo y marco de referencia para nuestro encuentro personal y perijórico con la Trinidad…

El teólogo francés León-Dufour hace una analogía muy interesante donde nos presenta la imagen de una madre que le “comunica la vida al embrión no con cualquier forma de alimento, como la leche que más tarde le dará al bebe, sino por el contacto de la placenta con la mucosa uterina. El niño crece así en la unión, sin digerir otra cosa. Morar recíprocamente es estar presente uno en el otro sin ninguna fusión ni confusión, en una perfecta comunión. Esta comunión entre la madre y el niño queda simbolizada en la única respiración de la madre; la aspiración y la respiración del niño son la misma aspiración y respiración de la madre. La unidad entre ellos es perfecta y, sin embargo, siguen siendo DOS”.

Esta perijóresis que León-Dufour nos muestra una sintonía perfecta entre una madre y su niño aún sin nacer, sintonía que se da en María en su grado máximo… cómo lo expresa San Luis María Grignion de Montfort: “ellos se hallan íntimamente unidos, que el uno está totalmente en el otro: Jesús está todo en María y María toda en Jesús, o mejor, no vive Ella sino Jesús en Ella. Antes separaríamos la luz del sol que a María de Jesús”… y donde reside una de las personas divinas, residen todas…

Esa unión total con la Santísima Trinidad que encontramos en María… es la misma unión perfecta a la que debemos aspirar todos los cristianos…

El camino que tenemos que recorrer para alcanzar esa comunión absoluta es arduo… es el camino que nos invita a ser perfectos, «como es perfecto nuestro Padre celestial» (Mateo 5,48)… es el camino de los discípulos, que lo han dejado todo para seguir a Jesús (Marcos 10,17-27)… es el camino de la santidad al que nos guía el Espíritu Santo… Pero, a pesar de difícil, duro o espinoso que nos pueda parecer este recorrido… nos sirve de estímulo saber que, al igual que hace dos mil años atrás, Jesús sigue orando al Padre para que sus discípulos «sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno» (Juan 17,22-23)

Gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo;
como era en un principio, por los siglos de los siglos.
Amén.





 

Amando a María

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Hoy quiero compartirles esta pequeña reflexión mariana que recogí del libro María, Madre nuestra, uno de los libros del Padre Ángel Peña… deseándoles que estos días que quedan para terminar el mes de mayo, mes de María, sean de muchas bendiciones y gracias espirituales para todos ustedes y sus familias…

Reflexiones
del libro María, Madre nuestra
por Padre Ángel Peña, O.A.R.

¿Te consideras hijo de María? ¿La amas? ¿Cuánto amas a María? A María nunca la amarás bastante. No tengas miedo de amarla demasiado, porque cuanto más la ames, más amarás a Jesús. Ten detalles de ternura con María. La ternura es el amor hecho poesía.

¿Alguna vez le has ofrecido una flor en alguna de sus imágenes? ¿Le has cantado alguna bella canción? ¿Has visitado algún santuario de María? ¿Has recibido algún favor especial de Ella? ¿Le rezas el rosario cada día? ¿Al menos, llevas el escapulario del Carmen o rezas como mínimo un avemaría diaria? ¿Has cumplido alguna vez la devoción de los cinco primeros sábados de mes? ¿Has confesado y comulgado en su honor en sus fiestas? ¿Procuras que tu alma esté limpia y pura? ¿Evitas espectáculos indecentes y obras deshonestas por su amor? ¡Cuánta pureza inspira María en los corazones jóvenes, que están envueltos en tantas tentaciones de la vida moderna! Acude a María, conságrate a Ella, ponte bajo su manto y pídele con fervor la virtud de la pureza y de la fidelidad, para cumplir bien los deberes de tu estado. ¡Que tu alma siempre esté hermosa para Ella!

 

Un día, un conocido pintor quiso hacer un hermoso cuadro de la Virgen María y, buscando un rostro bello, descubrió a una joven de bellas facciones, a quien le pidió posar en su taller. Pero ella le dijo: “Hoy no puede ser. Si usted quiere, iré mañana”. Al día siguiente, acudió a la casa del pintor y le dijo: “Ayer no podía hacerlo, porque, tratándose de la Virgen Inmaculada, no podía posar en pecado. Hoy me confesé y me siento menos indigna”.

María nos inspira pureza y, además, fortalece nuestra fe católica contra aquellos que la rechazan. Recuerdo que en mi parroquia de Arequipa había una señora que se había convertido en evangélica, pero siempre conservaba su amor a María, y todas las semanas iba a rezar ante una imagen de María a la iglesia de La Merced. Un día, sus compañeros evangélicos fueron a su casa y vieron una imagen de María. Le dijeron que debía tirarla al basurero, pues era un ídolo y se iba a condenar por ello; pero ella no aceptó y se retiró de su Iglesia evangélica por conservar la imagen y el amor a María. La conocí después de haber regresado a la Iglesia católica y ser responsable de uno de los grupos de la parroquia. María había salvado su fe católica y se la había fortalecido más de lo que jamás pudo haber imaginado.

Jörgensen, el famoso escritor danés, cuenta cómo en una iglesia de Dinamarca se conservó durante muchos años el amor a María. En tiempos de la Reforma protestante, en aquella iglesia, los reformadores habían blanqueado la pared, donde había un mural precioso de la Virgen María. Pero, durante generaciones, los fieles seguían haciendo una reverencia en aquel lugar donde había estado la imagen de María. Después de muchísimos años, nadie sabía por qué hacían aquella reverencia ante la pared; pero, cuando restauraron aquella iglesia, pudieron descubrir de nuevo que allí estaba oculta una hermosa pintura de María, y ellos, sin saberlo, seguían la costumbre de honrar a María como lo habían hecho sus antepasados católicos. Por esto, quisieron que aquella pintura de María se conservara como un tesoro de su tradición y su fe en María se revalorizó, porque ahora sí sabían por qué hacían aquella reverencia. María les había conservado ese amor a Ella, que los acercaba a la fe católica.

¡Ojalá la amemos tanto que no pase un solo día sin ofrecerle ese ramo de flores de amor de las avemarías del rosario! Es la mejor oración para comunicarnos con ella. Así se lo dijo una niña de seis años a su madre. Estaba la mamá, hablando demasiado con una de sus amigas. Y, al terminar de hablar, la niña le dice:

- “Mamá, ¿por qué hablas tanto con tus amigas? ¿Por qué no hablas con la Virgen María?”

- “Porque no tengo su teléfono.”

Entonces, la niña se fue a su habitación y le trajo un rosario, diciendo:

- “Mamá, aquí está el teléfono de la Virgen. Cuando tú rezas el rosario, Ella te escucha.”


 

En el poderoso nombre de Jesús

 

Y Jesús dijo, «Os lo aseguro: el que cree en mí también él hará las obras yo hago y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Juan 14, 12-14)…

“En el nombre de Jesús”… cuántas cosas se piden “en su nombre” que no están de acuerdo con la Voluntad de Dios… cuántas personas pretenden reclamar esta promesa sin conciencia de lo que Jesús está diciendo… y después se quejan de que no fueron escuchados…

Para un israelita, el nombre definía a la persona completa… por eso es sagrado el Nombre de Yahweh, porque el Nombre de Dios es Dios mismo… de igual manera, para orar en “nombre de Jesús” no basta con decir “Jesús” en la oración… sino que hay que orar con la mente de Jesús… con las manos de Jesús… con el corazón de Jesús… en una palabra, tiene que ser Jesús quien ore en nosotros… y su oración siempre parte de la escucha de la Voluntad del Padre… por eso, quien ora en Jesús, en su Nombre, verá su oración cumplida…

Dediquemos esta semana a guardar silencio en nuestros corazones para que podamos escuchar la voz del Espíritu Santo… Él nos revelará lo que el Padre quiere decirnos… entonces, haremos las obras que hizo Jesús y aún mayores…





 

La Asunción de María

 

El dogma de la Asunción se refiere a que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena, fue subida en cuerpo y alma a la gloria celestial. Este privilegio de María constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos.

Hay un antiguo escrito que habla del tránsito de María en cuerpo y alma al cielo. Este escrito llamado Transitus fue escrito por Melitón a finales del siglo IV. De esta misma época es el testimonio de san Epifanio, quien sugiere la posibilidad de que el cuerpo glorificado de María esté en el cielo. Sabemos que la fiesta de la Dormición se celebraba en Jerusalén desde el siglo VI, y en Constantinopla desde el año 600. También, en el siglo VIII encontramos hermosas homilías sobre la Asunción, nombre que parece más antiguo que el de Dormición. Entre los autores de estas homilías están san Modesto, san Germán de Constantinopla, san Andrés de Creta y, especialmente, san Juan Damasceno.

San Gregorio de Tours, en el año 590, escribe en su libro Miraculorum: in gloria martyrum: “Los apóstoles se repartieron por diferentes países para predicar la palabra de Dios. Más tarde, la bienaventurada María llegó al fin de su vida y fue llamada a salir de este mundo. Entonces, todos los apóstoles vinieron a reunirse en la casa de María y, al saber que debía salir de este mundo, permanecieron todos juntos velando. De repente, el Señor apareció con sus ángeles, cogió su alma, se la entregó a Miguel, el arcángel, y desapareció. Al amanecer, los apóstoles tomaron el cuerpo, lo pusieron sobre una camilla y lo colocaron en una tumba, velándolo mientras esperaban la venida del Señor. Y, de nuevo, se presentó el Señor, de repente, y mandó que el santo cuerpo fuera levantado y llevado al paraíso sobre una nube. Allí, reunido con su alma, se llena de gozo con los elegidos de Dios y disfruta de las bendiciones de la eternidad, que nunca terminarán”.

 

San Juan Damasceno, en una de sus homilías, dice: “Era preciso que aquella que, al ser madre, había conservado intacta su virginidad, obtuviera la incorrupción de su cuerpo después de morir. Era preciso que quien llevó en su seno al Creador hecho niño, habitara en los divinos tabernáculos. Era preciso que la madre de Dios poseyera las cosas de su Hijo y que, por todas las criaturas, fuera ella venerada como sierva del Señor y madre de Dios”.

El Papa Pío XII definió el dogma de la Asunción de María en 1950 con la bula Munificentissimus Deus: “Para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos, ser dogma de revelación divina que la inmaculada madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.





 

Último Mensaje de la Reina de la Paz

 

María, Reina de la Paz

“¡Queridos hijos! Dios les ha dado la gracia de vivir y de custodiar todo el bien que hay en ustedes y alrededor de ustedes, y de alentar a otros a ser mejores y más santos, pero Satanás no duerme, y a través del modernismo los desvía y los conduce por su camino. Por eso, hijitos, en el amor hacia mi Corazón Inmaculado, amen a Dios sobre todas las cosas y vivan Sus Mandamientos. Así su vida tendrá sentido y la paz reinará en la Tierra. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

Medjugorje, mensaje del 25 de mayo de 2010

 


La información que se presenta en este artículo está tomada de medjugorje.hr, página oficial del Santuario de la Reina de la Paz de Medjugorje.

En conformidad con el decreto del Papa Urbano VIII y con la disposición del Concilio Vaticano II, el escritor no tiene la intención de adelantarse al juicio de la Iglesia en cuanto a la naturaleza sobrenatural de los acontecimientos y mensajes mencionados en estas páginas. Tal juicio concierne a la autoridad competente de la Iglesia, ante la cual nos sometemos plenamente. Las palabras tales como “apariciones, milagros, mensajes” y similares, tienen aquí un valor de testimonio humano.

 

 
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